POEMAS DE RUBEN DARIO ARROYO OSORIO
EL AMANTE I
Mientras la luna
intenta besar a las palmeras
de las costas,
los amantes ríen
de aquellos que esperan su retorno.
EL AMANTE II
En cada infiel
siempre hay un equívoco infinito:
el amante desconoce
los oficios –non santos-
de su pareja en la otra orilla.
EL AMANTE III
El amante espera, mira su reloj, transpira,
dibuja un paisaje en miniatura,
mira al espejo para ver
a quienes lo ven agonizando en su ritual.
La amante sin afán alguno,
perfila sus pestañas en el espejo
del auto que la lleva,
se da un nuevo toque de perfume.
La cita se consuma:
los amantes se beben el último aliento
entre el aire fresco de la tarde,
algunos sorbos de licor y música de ayer.
regresan a sus lechos de orígenes.
Es posible que mañana cada uno se pregunte
entre prevenciones y viejos temores
¿Quién estará engañando a quién?.
ESCENA COTIDIANA.
In memoria de Jorge Ortega.
Llueve.
La sombra se apodera de todos los espacios,
Las calles se llenan de seres afanados
que buscan alcanzar momentos de reposo.
Se escuchan gritos y disparos,
El miedo habita cada poro,
cientos de niños mendigan en todas las
esquinas.
Las prostitutas baratas se disputan
los clientes que a esta hora de la noche
quieren espantar tanta desolación
agazapada entre su piel.
El frío penetra en cada uno de los huesos
y obliga a esos caminantes
a buscar el alivio de sus manos, de sus ojos
de su alma.
Y un poeta que viene con el viento
de un mar embravecido cierra los puños y se lamenta
que todavía persistan tantos dolores
entre los habitantes que quedan el la tierra.
mañana otra viuda llorarla padre de sus hijos
inmolado por haber tocado las llagas
que están pudriendo el país donde nacimos.
ESQUELA.
A veces
me siento
como Heráclito sin fuego.
Puede pensarse
que es por las guerras
de este tiempo.
Es por tu ausencia.
MOMENTO
En un momento
Un hombre viejo
Y muy sabio
Escondió la cicuta
Para evitarme
El final de la nada
Que llevo en estas manos indefensas.
En cada infiel
siempre hay un equívoco infinito:
el amante desconoce
los oficios –non santos-
de su pareja en la otra orilla.
EL AMANTE III
El amante espera, mira su reloj, transpira,
dibuja un paisaje en miniatura,
mira al espejo para ver
a quienes lo ven agonizando en su ritual.
La amante sin afán alguno,
perfila sus pestañas en el espejo
del auto que la lleva,
se da un nuevo toque de perfume.
La cita se consuma:
los amantes se beben el último aliento
entre el aire fresco de la tarde,
algunos sorbos de licor y música de ayer.
regresan a sus lechos de orígenes.
Es posible que mañana cada uno se pregunte
entre prevenciones y viejos temores
¿Quién estará engañando a quién?.
ESCENA COTIDIANA.
In memoria de Jorge Ortega.
Llueve.
La sombra se apodera de todos los espacios,
Las calles se llenan de seres afanados
que buscan alcanzar momentos de reposo.
Se escuchan gritos y disparos,
El miedo habita cada poro,
cientos de niños mendigan en todas las
esquinas.
Las prostitutas baratas se disputan
los clientes que a esta hora de la noche
quieren espantar tanta desolación
agazapada entre su piel.
El frío penetra en cada uno de los huesos
y obliga a esos caminantes
a buscar el alivio de sus manos, de sus ojos
de su alma.
Y un poeta que viene con el viento
de un mar embravecido cierra los puños y se lamenta
que todavía persistan tantos dolores
entre los habitantes que quedan el la tierra.
mañana otra viuda llorarla padre de sus hijos
inmolado por haber tocado las llagas
que están pudriendo el país donde nacimos.
ESQUELA.
A veces
me siento
como Heráclito sin fuego.
Puede pensarse
que es por las guerras
de este tiempo.
Es por tu ausencia.
MOMENTO
En un momento
Un hombre viejo
Y muy sabio
Escondió la cicuta
Para evitarme
El final de la nada
Que llevo en estas manos indefensas.
HISTORIA BREVE.
El suicida tenso
Se balanceaba
En el piso veintidós,
Ya casi nada
ni nadie
podía persuadirlo
de aquel salto
más allá del tiempo.
Alguien.
no se sabe quién
dijo
que ella había regresado
con la lluvia.
UNA POSTAL
En la tarde
El sábado se detiene,
una joven esbelta
patina alegre por el parque,
los robles soberbios
danzan la cumbia del viento ebrio.
Sobre el césped
unos mendigos
disputan monedas y migajas,
dos amantes se besan
olvidando el ruido Y la violencia.
De mi no te preocupes:
pienso en ti.
EPIGRAMA II.
Absortos
río
abajo
veinte cadáveres miran el cielo plomizo.
Los diarios venden la noticia.
Un poeta
Bebe toda su tristeza
Y se va muriendo
En el nuevo silencio que se instala.
El suicida tenso
Se balanceaba
En el piso veintidós,
Ya casi nada
ni nadie
podía persuadirlo
de aquel salto
más allá del tiempo.
Alguien.
no se sabe quién
dijo
que ella había regresado
con la lluvia.
UNA POSTAL
En la tarde
El sábado se detiene,
una joven esbelta
patina alegre por el parque,
los robles soberbios
danzan la cumbia del viento ebrio.
Sobre el césped
unos mendigos
disputan monedas y migajas,
dos amantes se besan
olvidando el ruido Y la violencia.
De mi no te preocupes:
pienso en ti.
EPIGRAMA II.
Absortos
río
abajo
veinte cadáveres miran el cielo plomizo.
Los diarios venden la noticia.
Un poeta
Bebe toda su tristeza
Y se va muriendo
En el nuevo silencio que se instala.
EPIGRAMA XV.
El hombre se levanta,
mira su rostro en el espejo,
Contempla las líneas de sus manos,
se calza los zapatos, abotona su camisa
y atraviesa la ciudad que apenas se despierta.
Esta vez
tampoco bastaron los anuncios de prensa
describiendo su rostro y sus señales.
EPIGRAMA XX.
El hombre se levanta,
mira su rostro en el espejo,
Contempla las líneas de sus manos,
se calza los zapatos, abotona su camisa
y atraviesa la ciudad que apenas se despierta.
Esta vez
tampoco bastaron los anuncios de prensa
describiendo su rostro y sus señales.
EPIGRAMA XX.
“Mi patria está más allá de la necesidad
Y mis canciones son agresivas, tercas y tímidas”
ADNAN AL SAYEGH.
Es sábado de tarde abúlica
Y firmamento oscurecido.
Los perros sacan a pasear a sus dueños.
En el parque dos rufianes pelean
el botín de su último robo.
En la televisión el Presidente de la República
Da un parte de victoria:
Sólo murieron treinta soldados de la patria- dice,
toma un sorbo de agua y se despide acongojado.
Yo escondo mi cicuta y me embriago todo.
Es la mañana del domingo,
entre una y otra blasfemia
Sonrío y escribo este epigrama inofensivo.
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