La voz ancestral de Ayo Ayoola-Amale
“La mujer africana
es la madre de la humanidad”
De Ghana a Medellín viajó esta mujer trayendo los sonidos de la poesía africana para brindarnos su musicalidad y estética oral, con un mensaje de paz mundial
Ayo Ayoola-Amale. Foto ZHB
Por: Zabier Hernández Buelvas
Nació en Ikoyi Lagos, Nigeria, el
21 de mayo de 1970. Es poeta, narradora, dramaturga, constructora de paz,
activista por los derechos humanos, defensora de las mujeres y las niñas,
educadora, performer del Spoken Word,
profesora universitaria, tallerista de escritura creativa y abogada.
Una semilla que va creciendo
Al escucharla cantar este poema
en el 33 Festival Internacional de Poesía de Medellín se siente la fuerza del
origen, de la voz más antigua de la tierra, de la denuncia del dolor atravesado
como continente y humanidad.
“Mi camino en la poesía tiene que ver con el
cambio, creo en la naturaleza y en la escritura para un cambio, para cambiar la
sociedad”, había afirmado hace 15 años en Medellín. Ayo Ayoola-Amale como Embajadora
Universal para la Paz y del amor, como Musa de la Armonía Poética en África e
integrante destacada del comité coordinador del Movimiento Poético Mundial, es
una fundadora de procesos, impulsora de la Liga Internacional de Mujeres por la
Paz y la Justicia, creadora de la Fundación de Poesía Esplendores del Amanecer,
la cual aboga por un cambio social positivo en varios países.
Hablar con ella es una clase de
África toda, es una celebración constante y apasionada de su literatura y su
poesía, de su política y su economía, de su sociedad y su cultura, de las
mujeres poetas y luchadoras, “cuya voz se celebra por su paz, la armonía, la
humanidad, las innovaciones políticas, surrealistas y dinámicas en el lirismo y
el sonido visceral”. Habla con profundo amor por su país de
origen, Nigeria y también del país donde vive, Ghana.
A la reflexión que le hice sobre
la poesía africana y su mayor visibilidad en el mundo literario y poético,
responde animada: “Ghana es un país
que vibra con la poesía. Para mí la poesía es fundamental.
Los
pueblos africanos al igual que los pueblos de América Latina están hoy en
muchas luchas muy fuertes por defender su nación, su territorio, su cultura. Ghana
es un país muy activo en la poesía y además tiene un movimiento que ha llevado
poetas de diferentes partes del mundo, de diferentes regiones y nacionalidad y
es parte de la vida diaria. El Movimiento Poético Mundial es como una semilla
que se va implantando en los diferentes países y que va creciendo”.
En la inauguración del primer Congreso
del Movimiento Poético Mundial, la poeta afirmó que “las mujeres en África son
las madres de la humanidad”. Indagamos sobre la mujer de Nigeria, africana y su
relación con la poesía. “La humanidad
nació en África, en Kenia y en Ghana, la poesía ha ido creciendo y cada vez
resurge más en movimientos literarios, movimientos poéticos, que ganan día a
día terreno, en el escenario literario y poético”.
La poeta alistaba maletas para su
viaje a Venezuela de donde partiría hacia el continente negro. Recordó, “estuve en el Festival Internacional de
Poesía de Medellín primero en el 2015 y quedé muy impresionada, me encantó el
contacto con la gente, es como un puente que permite ver y sentir no la
diferencia que hay en otros, sino lo que nos une. Se siente una como en su casa.
Puedo palpar que somos raíces, tronco y rama común de la humanidad.
Latinoamérica no solo tiene sus raíces africanas, sino, que nos alimenta con su cultura y su poesía. Para la muestra es este Festival Internacional de Poesía de Medellín que es el más grande y el mejor del mundo”.
África, los años de la podredumbre acumulada
África, la tierra que parió a la humanidad
tierra de gente vestida con atavíos de oro,
tierra tan verde como las hojas de espinaca
que solían crecer en el patio de mi abuela,
no conocemos el tono marrón de las hojas podridas.
Y llegaron monstruosos dragones exhalando fuego,
reunidos alrededor de una cabeza que sobresale de la multitud,
ocuparon todos los umbrales aquí, todos tan pobres como ladrones.
¿Quién no ha sido asaltado?
¿Qué no ha sido robado o incautado?
¿Quién no ha sido alquilado?
¿Dónde no ha sido allanado?
¿Prestado, comprado? Quemado por el fuego…
¿De quién no ha sido manchada la cara con plátanos rastreros?
África, mi África, como águilas de alas entrelazadas
teníamos nuestras mentes sostenidas en silencio, polvorientas, agotadas
ellas sostenían todos los umbrales aquí
y luz del sol sobre nuestra cabeza se alzaba,
desde nuestras patrias estampamos nuestro pie, espina sobre arbusto.
Nuestras caras enrojecieron con un profundo tono rojo furia,
mientras marchábamos por cada comunidad escuchábamos el pedo
de la piedra de trueno del payaso,
luego hubo manchas de sangre en las paredes y el piso.
Nosotros, como las águilas intentamos volar, pero nos desplomamos al suelo.
Levantamos nuestros pies, gritamos, apretando con fuerza los puños
la lluvia caía sin cesar, el sol se vertía
no obstante, nos aferramos a la cerca, con fuego en nuestros corazones,
luchamos a través del bosque como mascaradas salvajes.
Ninguna luz llegó,
quietud, lápidas en voz temblorosa,
inmóviles, nos aferramos a la cerca del portón de la ciudad, las luces
parpadean,
luchamos hacia nuestras tierras natales, vimos movimiento más allá de los
árboles.
Entonces con el corazón latiendo en nuestra cabeza
recogimos las llaves del portón del pueblo con manos temblorosas
y garganta apretada.
Sonido de hierro rompiéndose,
amanecieron los años del autogobierno,
los años siguientes a unos crueles lunáticos
trajeron las nuevas costumbres como las viejas costumbres.
Ocuparon todos los umbrales aquí,
sostenían las cosas irrevocables
con el corazón completamente cerrado, veloz.
Mi paz entera se ha ido
como un festín apagado, recién cumplido
el fuego en nuestras cabezas se lanza de lleno a la errancia
grita, jadea, golpea, retumba, tintinea.
Nos clavamos siempre con violencia en sucias letrinas desmembradas,
rechinando.
Armas posadas sobre flores se vuelven cuido.
Derecho innegable a mutilar nuestras médulas espinales: “derechos del
arma”, dicen,
el arma es agua, bebe armas, come armas
esculpidas para bombardear y desgarrarnos con su dedo bajo nuestros
pantalones.
Mi paz entera se ha ido
a través de la miseria de las edades como fuego helado.
Un arma quema la dura arcilla no nacida,
armas acarician nuestros vientres hasta las cenizas,
en la noche silenciosa, la luna arma iras,
estos días inmaduros se apresuran al cementerio.
Cuando el trueno golpeó nuestras mentes y permaneció allí,
limpiamos nuestras palmas adoloridas en llamas.
Mi paz entera se ha ido
bailan nuestros dientes bajo una explosión de gas caliente,
nuestros antepasados yacen encorvados, sus corazones frágiles,
en cada viento las piedras de la muerte friegan días
tal como una vela se derrite.
Misiles salen resonando por el viento caliente,
mi paz entera se ha ido,
mientras jadeamos y gemimos en agonía por nuestro “innegable derecho a
vivir”, decimos “tenemos una vida por delante”, careciendo de lengua
no de un derecho a disparar hacia abajo
mientras jadeamos y gemimos en agonía
nuestro “innegable derecho a explotar el aliento de la vida”.
Mi paz entera se ha ido
con misiles armados con ojos chispeantes,
anegando sangre sudorosa, anegando carne desgarrada, anegando días
inmaduros.
Mi paz entera se ha ido.
Artículo tomado del Semanario VOZ, edición 3184, página 15, del 2 de agosto de 2023. Previa autorización del autor y actual director del semanario.
Poemas traducidos por Arturo
Fuentes y tomados de la página web del Festival de Internacional de Poesía de
Medellín.
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