MITOS Y LEYENDAS: LA SERIE

Empezamos, en la Revista, una serie de mitos y leyendas indígenas, contados hermosamente por el maestro Arlés Herrera, los cuales estaremos publicando periódicamente, en lo posible, cada 15 días. Así que empezamos con el primer episodio. Esperamos sus comentarios y/o sugerencias a nuestro correo. revistalajeta@gmail.com. Gracias y esperamos la disfruten. _________________________________________________

domingo, 29 de enero de 2017

EL CUENTO BREVE: PATITO FEO DE LA LITERATURA

Por: José Gabriel Coley 


El cuento breve, cuento corto, minicuento, cuento mínimo, prosopoema, poema en prosa o como quiera llamársele, evoluciona del cuento literario tradicional. En él se distingue fundamentalmente el asombro, el estupor, el desconcierto final, aunque lo que se narre solo sea una miserable historia. La necesidad de destacar la tensión y el “golpe bajo” (sorpresa) de que nos habla Cortázar, ha hecho que el cuento literario, generalmente cargado y recargado de rellenos innecesarios y de anecdotismos inútiles, se sintetice en el cuento breve.

“De una manera que ninguna técnica podrá enseñar o proveer, el gran cuento breve condensa la obsesión de la alimaña, en una presencia alucinante que se instala desde las primeras frases para fascinar al lector, hacerle perder el contacto con la desvaída realidad que lo rodea y arrastrarlo a una sumersión más intensa y avasalladora. De un cuento así se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco con una mirada de sorpresa, de lento reconocimiento, mucha veces de alivio, tantas otras de resignación”.

Los temas de los cuentos breves en este atropellado mundo moderno son aquellos cuya crisis, por su rapidez, exigen la brevedad; simplifican, condensan, proceden por omisión más bien que por desarrollo, proyectan su luz por alguna circunstancia de una situación; no constituyen un gran cuadro, sino una miniatura exactamente dibujada. Su génesis es con frecuencia rápida, instantánea, como una iluminación, muy semejante a la poesía. Su técnica e intención sirven para expresar o despertar en el lector de hoy un tipo especial de emoción, ciertos estados del alma, ciertas claridades del espíritu. No se permiten esperas. Es ya, o ya.

La limitación del cuento a una extensión corta, la necesidad de que provea, con esa forma instantánea, una impresión indivisa sobre el lector, a la que deben estar subordinados todos los aspectos, explican y exigen el primer elemento esencial de este género: la síntesis. Síntesis significa reducción, eliminación y depuración para dejar lo que es absolutamente necesario.

Síntesis desde el tema claramente delimitado y el núcleo argumental bien definido; síntesis en el modo de narrarlo, eliminando deliberadamente toda retórica. Supresión de todo lo superfluo, como exordios, digresiones, ideas intermedias, etc., porque lo que se pretende es enganchar desde el comienzo al lector y llevarle irremisiblemente al núcleo narrativo donde se encuentre solo con “el cordial latido del autor”, sin inoportunos adornos verbales.

No obstante, es indispensable aclarar algo sobre el calificativo “cuento breve”. El término cuento breve o corto, que no equivale a la traducción literal de “short story”, no es tan tautológico, perogrullesco o pleonástico como se le tilda. Se hace necesario, entonces, el empleo de ambos términos (cuento-breve) para distinguirlo. El fundamento distintivo es la síntesis que este logra, sin llegar por supuesto, a los límites de la estrechez asfixiante. Las tramas deberán resolverse, sin esquematismo, ni anecdotismo, sino a través de un curso lógico, sin gasto de retoricismos huecos.

Los cuentos breves deben ser especies de “flashes”, de repentinos golpes de luz, de lamparazos, que capten un contexto rico en emociones e imágenes. O sea que, mientras los escritores de cuentos tradicionales se dan al regodeo de la cámara lenta, lo otros disparan el obturador literario apoderándose de instantáneas sugerentes. Así queda para después la postal, porque postales son los cuentos breves, postales de la vida.

Los cuentos breves son cápsulas, comprimidos, grageas cargadas del desconcierto, de humor, de ironía. Son píldoras bien doradas destinadas a aliviar ciertos padecimientos del alma y con las cuales se puede también irritar el espíritu. Y no es que se tenga gula por lo breve, o afanes liliputienses, sino que en esos concentrados se encuentra un sabor propio e intenso, de esencia, que denota calidad y no cantidad.

El cuento breve tiene la dosis justa de argumento y poesía, destacándose la tensión y el “golpe bajo” con un lenguaje más bien directo, sin hojarascas, sin quincallerías, sin estupideces, sacándole el cuerpo a la basurita, lo cual instaura  una nueva retórica: la de la sobriedad, la de la contención, podada de excrecencias “literatúrgicas” (como pudieran denominarse a esos lastres, a esos excesos, a esos artilugios que están llenos de tantos cuentos tradicionales, sobre todo en nuestro medio). De esta manera todo buen cuento breve debe quedar de inmediato flotando como un loto, como una tarulla tierna, viva, en el lago de nuestra conciencia.

“Los encantos del cuento corto están representados en su apretada forma de sugerir una idea o permitir una reflexión, por lo general más extensa y profunda que el cuento mismo. El lector del cuento corto tiene que habérselas con una mónada conceptual en cuyo interior pulsa un universo de conglutinadas posibilidades, tan capaces de materializarse en nuevas expresiones estéticas cuan fecunda pueda efectivamente ser la potencialidad creadora del lector”.

En definitiva, un buen cuento breve es una gota de agua cristalina que, en su prisma, refleja todo el microcosmo humano. Una artista de luz herida que intercepta los dos planos de la realidad: el del mundo y el del espíritu. Una partícula sutil que, contiene una armonía interna, deslumbrante y vital. En fin, y sin tratar de sintetizar la síntesis, “pequeños pececitos de oro que sólo los buenos Aurelianos saben esculpir”.

El cuento breve, despreciado por muchos como un hijo bastardo del cuento literario tradicional, igual que el patito feo del escritor danés, ya empezó a nadar, a hermosearse y a convertirse en cisne.

1 comentario:

  1. Gracias por este artículo, me ha dado luz sobre el proceso literario en el que me encuentro actualmente.

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